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Casa Club Real Federación Española de Golf

lunes, 28 de octubre de 2013

José Mª  Olazábal:
  Nueva estrella en la constelación, del "Premio Principe de Asturias de los Deportes".

 Video: YouTube

 El novat@ ha tardado tres días en digerir el gesto de José Mª Olazábal, cuando después de recibir el galardón "Principe de Asturias de los Deportes 2013" que, con el diploma enrollado, a modo de un driver nº 1 y, con el mejor "swing que ha ejecutado en toda su trayectoria deportiva, envía a su amigo y compañero Severiano Ballesteros - que en la corte celestial enseña los secretos del golf a los ángeles - un beso haciéndole partícipe de éste importante premio.

 Los Estatutos de la Fundación Principe de Asturias, dejan muy claro, que éste premio, se le concede al deportista que, «además de la ejemplaridad de su trayectoria, haya contribuido con su esfuerzo, de manera extraordinaria, al perfeccionamiento, cultivo, promoción o difusión del deporte». 

Foto: Fundación Principe de Asturias

 El señor Olazábal cumple esos requisitos y más. Primero como persona. Quiénes le han tratado fuera del ámbito deportivo, lo definen como un gentleman. Y, dentro del mundo del golf, también.

 Y, su amor al golf lo dejó bien patente en el "clinic", que ofreció a los chicos de varios club de golf, en el Club anfitrión, "La Barganiza". Lo cuenta con la sencillez, que lo caracteriza: "Me ofrecí a la Fundación", para promocionar el golf y demostrar, que somos de carne y hueso".

 Al golf- el novat@ espera -: que antes, que tarde, se le quite el "sambenito" de deporte de "pijos y millonetis"; porque, esa fama puede ser casi falsa. Prueba de ello, son las biografías del propio Olázabal y su entrañable amigo, Ballesteros. Ambos nacieron en el seno de familias humildes - solo, con la suerte de haberlo hecho - en el entorno de un campo de golf.

 Es verdad, que los españoles hasta hace treinta años, la única imagen que tenían de jugadores de golf era: Franco en la Zapateira con el marqués de Villavicencio y, los campos que los americanos construyeron, dentro de sus bases en España. 

 Fue a partir de las gestas de  Severiano Ballesteros, galadornado en 1989 con el Principe de Asturias del Deporte, cuando los españoles empezaron a pensar, que el golf podía ser practicado por "todo el mundo".

 Antes, entre la década de los 50 y 60, un tío de Ballesteros, Ramón Sota - acompañado de Marcelino Sota - habían paseado el nombre de España, por los greenes más prestigiosos de Inglaterra y Estados Unidos. Prueba de ello, son las reseñas de prensa en los periodicos españoles y europeos de la época.

 El palmarés de José Mª Olazábal es de infarto: cabe destacar dos chaquetas verdes en el Masters de Augusta en 1994 y 1999.  Participó en 7 ocasiones en la Ryder Cup  (1987, 1989, 1991, 1993, 1997, 1999 y 2006).

Foto: UK
 Su primer triunfo fue en "The Amateur Championship británico, en 1984, con 18 años. También ha sido capitán del equipo europeo, vencedor de la RYDER CUP 2012.

 El novat@, había visto a José Mª Olazábal entrenar, un día antes del inicio de un Master Golf Madrid, en el campo de la Real Federación Española de Golf de Madrid. Le llamó la atención, los comentarios en voz baja de las personas que tenía cerca, quienes en voz baja venían a decir: "Ahí donde lo veis, estuvo a punto de quedarse en una silla de ruedas, por una dolencia mal tratada. Debe ser una persona muy luchadora y humilde".

 Sin embargo, la constatación de la valía personal y deportiva del golfista, la tuvo en vivo y en directo, cuando en la presentación a la prensa, del trofeo de la  RYDER, cuando con toda sencillez y humildad empezó a desgranar los sudores y angustias, que habían pasado los participantes del equipo europeo, cuando tuvieron que replantearse el juego después de una aciaga, primera jornada. Con toda sencillez, el capitán Olazábal contó: "miré al cielo y pedí "protección" a mi amigo Seve".

Dos amigos hasta la eternidad

 El remate fue cuando, como ocurre en la película "El discurso del Rey", que los fotógrafos acreditados, piden que, el protagonista se preste a posar de unas maneras determinadas. A Olazábal, le pidieron, entrase en la sala de prensa,portando la copa de la RYDER para ser filmado. Lo hizo con la obediencia del respeto al trabajo de otros y paso firme, pero rodeado de una cierta aureola de timidez.

 El novat@, que otros asuntos no tendrá experiencia, pero en "pavos reales" (como él llama a las personas fatuas), quedó a cuadros viendo a un multicampeón prestandose a todo lo que los reporteros le pedían.

 Solo queda escribir, lo que el novat@ dice, a quiénes valora: ¡Enhorabuena y por muchos éxitos más!

 Quizás esta y otras virtudes semejantes,sean las que adornan, a los campeones.

miércoles, 23 de octubre de 2013


LA CESTA LLENA DE BOLAS

¿DE DÓNDE VIENEN?

¿A DÓNDE VAN?

 Un día dorado de otoño, el novat@ decidió disfrutar del paisaje “fuera de límites“ del Club de Golf Bonmont. Empezó caminando por los terrenos limítrofes a la urbanización del campo. Rodeó la piscina, y empezó a caminar por una vereda, que le llevó a un montículo, desde el que se divisaba prácticamente todo el campo.

Club de Golf Bonmont 
 Al levantar un pie pisó en algo escurridizo. Se agachó y escarbando entre los hierbajos, encontró una bola de golf de las calificadas de “caras”. La cogió pensando, que por una vez iba a tener una bola, sin que el costasde dinero. Eran sus primeros tiempos de alumno de golf, cuando consumía los cubos de bolas,  en menos de un abrir y cerrar de ojos; pero, sin que llegaran en línea ni a cincuenta metros. La primera bandera, siempre parecía que tenía pies y retrocedía, cuando él lanzaba la bola, al doble de velocidad que ésta era impulsada, por el hierro cinco, que el novat@ tenía en las manos; que, además era, el que más le obedecía. Porque con el siete ni con el driver 1, en aquellos tiempos era capaz que levantase una cuarta del suelo; como mucho la bola imitaba en su trayectoria a Correcaminos.

 Con la bola ”carísima” encontrada, el novat@ siguió tomando el sol. Y, su sorpresa fue, que unos metros más adelante había un sembrado de bolas, caras, baratas y de “practicas” del Club, como esperando que los pájaros las llevaran a incubar a los nidos. Aquel día el novat@ ignoró las del “practicas”, pero se llenó los bolsillos con las “sin” dueñ@. Su sorpresa fue mayúscula, cuando al regreso del paseo comentó el hallazgo con una de las chicas de la tienda del club. Y, la respuesta de la dependienta fue lapidaria: ”est@s que vienen a jugar aquí son tan ricos, que no dejan el juego, por buscar una bola fuera de límites”.

 La frase quedó en el subconsciente del novat@. Tiempo después fue a un campo que estaba en construcción; solo tenía nueve hoyos, en espera, que los socios fundadores tuvieran dinero para, los otros nueve. La mayoría de ellos eran constructores de apartamentos en la cercana costa del Mediterráneo. El novat@ recordando cuando encontró la siembra de bolas en Bonmont pensó que sería curioso comprobar, si los constructores se agachaban o no, por una bola. Y, en verdad, había bolas por doquier,  pero menos, que en el anterior campo.

 La curiosidad del novat@, si se trata de investigar y analizar puede llegar a ser un arduo  “trabajo”,  siguió yendo a ese campo durante varios meses, para con la estadística en la mano, comprobar ¿quién se agacha más por una bola, si los compatriotas del sr. Lavanchy empresarios de fuste internacionales, o los constructores  y encofradores españoles de las infinitas urbanizaciones de apartamentos, que infectan las costas españolas. Se agachaban más, los constructores.

 Emperrado estuvo el novat@ casi un año, yendo de campo en campo, durante meses y meses.  Y, lo que encontró fue: en aquellos, que se podían considerar “públicos”, había muy pocas bolas “perdidas”. Pero, pocas, pocas. Pocas, poquísimas.

 En otros clubs, de socios (amigos de toda la vida), como el novat@ llama a aquellos, que tienen su origen en que un grupo de amigos, se unen, ponen pelas – las que hagan falta -, se contrata un golfista, que lo diseñe, y el equipo pertinente, y se construye el campo para jugar sin que nadie desconocido moleste. Uno con este origen es “Club de Golf Reus Aigüesverds" en el municipio de Reus. Pues, gracias a las bolas perdidas en este club  un marroquí, ha mantenido a su señora y sus cuatro hijos vendiendo las bolas que, cada madrugada ha encontrado en los alrededores de estos greens. Cada día a las ocho de la mañana, allí estaba “Mojamé” sentado en las estribaciones del parking de la entrada al campo con su cesta de bolas, lavadas y secadas; brillantes como nuevas.

Club de Golf Reus Aigüesverds
 El negocio se hacia así:

- ¡Mojamé! ¿qué tienes hoy?
- ¿Cómo las quieres? ¿marca buena o marca mala?

 A partir de aquí, se podía pedir lo que uno quisiera. Y, si las tenía, las daba de cinco en cinco, por la voluntad.


 La verdad, es que los clientes de Mohamed, sabían que tenía cinco bocas a sus espaldas, y eran absolutamente generosos. También hay que decir, en honor a los socios de este club, que aquí practicaban el slogan que los había hecho famosos: “Reus, París, Londres”. Esta era la ruta (desde los romanos hasta que llegó el tripartito) de los vinos, las almendras y las avellanas producidas en tierras reusenses, que junto con empresas familiares, han abastecido al mundo de infinitos productos. El emporio empresarial de la burguesía de Reus, les ha permitido tener casi todo lo que tenía Barcelona; y, si se terciaba, hasta mejor.

 Es célebre entre los resusenses, el caso de un señor que al tener un hijo jugador olímpico de  hockey sobre patines, le construyó en el jardín de su casa,  una pista de entrenamiento idéntica a la del Club de Hockey en Barcelona;  para que puediese entrenar en casa, los días que no tenía que hacerlo con su equipo en la capital de la autonomía.

 La verdad es que, a la mayoría de l@s jugador@s de golf , les molesta mucho  perder bolas – más que por lo que valen (que también) - por lo que significa de fiasco en el partido. Y también, por la rabia que se suele sentir, cuando no se sabe “a dónde ha ido a parar”.

 Hay un campo en la Comunidad de Madrid, que tiene un lago con riachuelo incluido, que los trabajadores, del mismo, suelen comentar con sorna off de record: “¡uff¡ ¡Los peces están plastificaós! Todos los días, se dan un festín, de varios cientos de bolas”.

 El novat@ después de mucho caminar y preguntar a amig@s y conocid@s ha llegado a la conclusión, que todo@s  sentimos la misma o parecida rabia por perder la bola en juego. Sin embargo, se compensa, si se encuentra y se puede reanudar el partido. ¡Bendito sea el golf y sus bolas extraviadas!

jueves, 10 de octubre de 2013

LOS TRAMPOSOS EN EL GOLF

 Los grandes enfados, que el novat@ ha presenciado en los campos de golf, siempre han tenido por causa, el mismo tema: las presuntas "trampas", que personas de su absoluta confianza, han hecho o podido hacer, en el transcurso de un campeonato.

 Es inconcebible, por ejemplo, que un gran periodista español tenga dificultades para encontrar compañeros de juego, en los campos de golf en los que es "conocido". Nadie quiere ser su "compañero" en el campo. ¿Razón? Quienes han compartido "salidas" con él, sólo tienen una: si puede, siempre está dispuesto, a hacer trampas.

 El asunto llegó a tal extremo, en algunos campos catalanes, que algunos socios, al verlo entrar en el restaurante, giraban la mesa - para dar la espaldas a la puerta de entrada - y así, evitar el compromiso, de ser sus compañeros.

En un campo cualquiera puede haber un trampos@

 Sin embargo, el periodista, bien por inocencia o por sus muchas ganas de jugar, no tenía inconveniente de dar un toquecito a alguna de esas espaldas y, después de saludar, preguntar, como quien no quiere la cosa: ¿qué? ¿Una salidita?


 El novat@, por razones de ser poco importante para el comunicador, nunca se ha visto en el trance de ser preguntado. Pero, a los que le en alguna ocasión, les ha tocado la china o la cruz de ser sus compañeros, si han podido, nunca han repetido.

 Hay un campo, que gusta mucho al periodista, y que a los habituales, les entran temblores, cuando lo ven llegar. Después de aguantar carros y carretas con él, decidieron, que el compañero de juego del comunicador, sería (previo consentimiento), un coreano del sur, educado y entrenado por los norteamericanos en Vietnam, que tenía fama de emplear en la practica del golf los mismo métodos, que en la contienda, contra Vietnam del Norte.

 Por lo tanto, para disuadir al periodista de hacer trampas, siempre que pedía jugar con socios de ese campo, le endosaban al surcoreano. Y, el surcoreano lo llevaba de hoyo en hoyo con la lengua fuera, y sin tiempo para mover la bola de manera inadecuada. ¡Ah! y, cada vez que había que hacer una anotación en la tarjeta, el surcoreano, con la excusa de ser muy bajito, metía la cabeza debajo de la áxila del periodista, y ponía la nariz junto a la punta del lápiz.

 Esta fue la única manera, de evitar que se escribieran puntos, de más o de menos. También, el único sistema de aburrir al periodista, y que dejara de pisar ese campo.